Renzo Piano “La ciudad es una bella invención”
http://www.magazinedigital.com/historias/entrevistas/renzo-piano-ciudad-es-una-bella-invencion
Texto de Eusebio Val Fotos de Riccardo Auci
27/09/2015
Texto de Eusebio Val Fotos de Riccardo Auci
27/09/2015
Uno
de los magos de la arquitectura contemporánea y senador vitalicio en
Italia está empeñado en un proyecto de rehabilitación de las periferias
urbanas. A ello dedica su salario como parlamentario. Cree que la
arquitectura también es política y que la búsqueda de la belleza
mejorará el mundo, gota a gota, con el compromiso de todos.
Piano dedica su salario íntegro como parlamentario a pagar a varios jóvenes arquitectos –con contrato anual y que van relevándose– para elaborar proyectos “de remiendo” de las deterioradas periferias de las ciudades italianas. El proyecto, bautizado G124, ofrece las ideas pero no las lleva a la práctica por falta de recursos y para evitar la colisión de intereses. Corresponde a los municipios asumirlas y realizarlas, si las ven convenientes. “Queremos mantener la independencia y la libertad”, insiste el célebre arquitecto en una sesión de trabajo, con una veintena de participantes, a la que asiste Magazine. No aceptan donaciones ni patrocinios. “La regla de oro es no deber nada a nadie”, agrega Piano.
La idea que obsesiona al arquitecto genovés es que las periferias, asociadas a fealdad y conflicto, sean rehabilitadas. “Las periferias están llenas de problemas, lo sabemos todos, pero también llenas de orgullo, de energía positiva e incluso de belleza”, explica Piano a los presentes, entre los que se encuentra su amigo el arquitecto británico Richard Rogers, con quien diseñó el Centro Pompidou de París. Piano cree en las mejoras aisladas, en las “obras ligeras” que no obliguen al éxodo de la población, más que en el derribo y la construcción de nuevos barrios.
La sesión de trabajo del G124, dedicada a un proyecto en el barrio multiétnico milanés de Giambellino, se convierte en una clase magistral y en un manifiesto. “Todos los cretinos que dicen que para resolver el problema de las periferias hay que demoler no han entendido nada –sostiene Piano–. Las periferias se hicieron sin afecto, sí, pero la gente las ha adoptado y tiene sentido de pertenencia. Hay que transformarlas, mejorarlas”. Luego resume su filosofía vital: “Si se quiere cambiar el mundo, será gota a gota, persona a persona. Pero tienen que ser gotas con significado, las gotas adecuadas”.
Al término de la reunión, Piano amplía reflexiones en la entrevista a este suplemento.
¿Existe la ciudad ideal o cercana al ideal?
(Largo silencio reflexivo)
Creo que la ciudad es una bella invención. En la naturaleza no existe la ciudad. Es la idea de comunidad, donde nace la convivencia, donde nace el arte de estar juntos, de compartir los valores. Creo también en la ciudad como lugar de civilización. En italiano son prácticamente las mismas palabras (città y civiltà). Es verdad que la ciudad es un lugar de sufrimiento, de tragedias, pero también el lugar de la convivencia cívica y de la conciencia. Todos sabemos que son los desiertos los que dan miedo, no las ciudades. Las ciudades, sean de mar, de puerto, en los ríos, son siempre sitios donde, sustancialmente, se han celebrado los ritos de estar juntos. Hay un bellísimo libro de Italo Calvino –que fue amigo mío, en París–, Las ciudades invisibles, en cuyo final explica que en todas las ciudades, también en las más infelices, siempre hay algo bueno.
“Todos los cretinos que dicen que para resolver el
problema de las periferias hay que demoler no han entendido nada. Se
construyeron sin afecto, pero la gente las ha adoptado”
Exacto. El secreto está en encontrarlo y darle fuerza. Ese es el sentido de nuestra labor en las periferias. Los centros se han salvado. Pero se han convertido en museos, en centros comerciales. Donde vivo yo, una plaza del centro de París, se ha ido vaciando poco a poco, se ha convertido en un lugar de boutiques. Es cierto que en la relación entre los centros y la periferia hay siempre algo que funciona mal, pero también hay siempre algo muy bueno e interesante. Volviendo a su pregunta, sí que existe esa ciudad ideal, me gusta imaginarla, pero sé muy bien que hoy no la tenemos.
¿Cuáles serían las ciudades con mejor diseño urbanístico?
Si contestara, diría una estupidez. Como arquitecto, es necesario saber convertirse en ciudadano de la urbe donde se trabaja. Yo, en Nueva York, me convierto en neoyorquino; en Berlín, un berlinés; en Roma, romano; en Milán, milanés. No se trata de transformismo. Es una cuestión de seriedad. Un arquitecto no puede ser turista. Debe amar la ciudad donde trabaja. Yo amo Chicago, amo San Francisco, amo incluso Los Ángeles. Estuve hace poco en Los Ángeles, donde hago una obra. La conozco, navego en un velero, cuando puedo, la respiro. Me resulta difícil escoger una ciudad. Incluso en Los Ángeles consigo encontrar momentos de disfrute cívico. En todas encuentro un ángulo feliz.
¿Cómo se vivirá dentro de 50 o 100 años?
La ciudad del futuro ya la tenemos. Son nuestras periferias, que se convertirán en ciudad. Porque si no lo hacen será un desastre desde todos los puntos de vista. Pienso que las ciudades del futuro se parecerán bastante a las ciudades de hoy, más bellas. Espero que las ciudades seguirán siendo lugares de civilización y de convivencia, donde se comparten los valores. Por eso yo doy prioridad a las ciudades. Prácticamente no hago otra cosa. Doy prioridad a los lugares públicos, sean universidades, escuelas, hospitales, museos, salas de conciertos, bibliotecas. Prefiero estas cosas porque es donde se realiza la ceremonia extraordinaria de estar juntos, de compartir
valores. Dan a la ciudad la esencia de lo que son, lugares de sorpresa, de intercambio. También lugares bastante inesperados. Una ciudad plana, predecible, da miedo. La ciudad consiste en imprevistos, saltos de dimensión. Me gusta la idea de fecundar las ciudades, como lugares públicos importantes. Y ese es el objetivo en las periferias. En París, donde vivo, estoy construyendo dos edificios públicos importantísimos, uno en la periferia norte (los tribunales) y otro en la periferia sur (ciudad universitaria). Se quiere transformar la banlieue en un lugar de convivencia. Sí, seguirá siendo un lugar de tragedia, pero donde también podrá vivirse bien. La ciudad del futuro será la ciudad metropolitana, donde desaparezca la noción del centro embalsamado y periferia maldita. No, los dos viven juntos. Uno es el alma del otro, pero se intercambian. Los transportes no serán sólo radiales. Debe rehacerse la red de transporte público. Debemos dejar de construir aparcamientos y dedicar el dinero al transporte público.
“La belleza es una experiencia extraordinaria, una
emoción importante, equivalente a esas tan peligrosas como el poder, el
dinero, la victoria. La belleza es una de las cosas que podrán cambiar
el mundo. Y lo hará gota a gota, no de golpe. Es obvio”
Ahora tengo un proyecto en China, pero durante 20 años no conseguí trabajar allí. Creo que eran esclavos de la peor cultura occidental. Las nuevas generaciones están aprendiendo. Se necesitan dos o tres generaciones.
¿El modelo americano de los suburbios ha fracasado?
Los suburbios anglosajones, también en Londres, no son la periferia. Es otro concepto. Esos suburbios son un lugar aburrido e insostenible (por el transporte, la recogida de basuras, etcétera), pero no peligroso.
El papa Francisco habla mucho de periferia. ¿Qué le parece?
Pienso que tiene toda la razón. Lo comparto. La palabra periferia representa bien la esencia urbana de ciertas partes de la ciudad y también representa bien el mundo. Hay países que son periferia del mundo. Hay ciudades periféricas. Yo soy alguien que creció en la periferia. Adoro el silencio de las periferias. Adoro también el deseo de fuga de las periferias. Las periferias son fábricas de deseos. El primero es el deseo de moverse, de descubrir, de explorar. En las periferias del mundo suelen nacer las cosas bellas, auténticas, ya sea en arte, literatura, ciencia, porque no dependen de las modas, de los hábitos, o de lo que es chic o snob. Dependen del silencio, del hecho de que se sea más introspectivo. Se contemplan los árboles, el mar. Yo observaba el mar, en Génova. Y durante toda la adolescencia esperaba descubrir el resto del mundo.
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