Introducción
Para
los psicólogos ambientales existe un axioma indiscutible, y es el hecho
de que toda conducta tiene lugar siempre y necesariamente en un
contexto ambiental. Esta afirmación, no especialmente reveladora, es una
forma de llamar la atención sobre el papel que puede desarrollar el
ambiente (especialmente el físico, como veremos) en la experiencia y el
comportamiento humano. Un papel que la psicología durante muchos años ha
mantenido postergado.
Posiblemente
el lector instruido en la historia de la psicología estará pensando que
la afirmación anterior no es correcta, ya que no hay más que pensar en
la clásica polémica herencia-ambiente, o en el ambientalismo radical de
Watson o Skinner, para darse cuenta de que siempre ha habido alguien
velando por los intereses del ambiente en su relación con la experiencia
y conducta humanas. Pero como veremos con más detenimiento a lo largo
de este curso, el "ambiente" de la psicología ambiental no es ese
ambiente. Como numerosos psicólogos ambientales han hecho notar, cuando
se ha utilizado el término ambiente en psicología, ha sido para
referirse a los aspectos psicológicos, sociales, interpersonales,
culturales u organizacionales que caracterizan los ámbitos humanos. Por
el contrario, "para los psicólogos ambientales, la lente de análisis
está focalizada en los sistemas físicos que por definición también
caracterizan a estos ambientes" (Proshansky y O’Hanlon, 1977, p. 103;
citado en Bonnes y Secchiaroli, 1995)
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